Yo quería ser cineasta, arquitecto, dibujante, astronauta. Astronauta me daba cuenta que no, pero si hubiera habido una carrera de cine hubiera hecho eso. Hice sexto de Arquitectura, y me iba bien, pero me quemaron la cabeza con la fotografía y se me dio. Gané un premio, me llamaron de un diario y trabajé catorce años en prensa.

Catorce años, y al final ya no tenía tanta gracia pero me dejaron pilotear una avioneta y estuve diez días embarcado en una fragata y una semana aclimatándome en La Paz, con la selección, y me paseé por las canchas de la B y estuve en Cuba con el papa. Y saqué la foto del civil armado, también, en el Filtro. Algo así como “miedo y asco en el Filtro” pero sin el humor.

La función esencial del fotógrafo es hacer fotografías, dijo uno de los gurúes, no me acuerdo bien cuál. Yo no quiero decir nada con mis fotos. Me dicen que algunas dicen algo, pero eso es algo que pasa entre la foto y el que la mira y yo muchas veces no tengo nada que ver. Hace unos años que me dedico a las fotografías de otros, en el Centro de Fotografía. No son solo de otros fotógrafos sino de otros tiempos. Hay que aplicar criterios físicos, químicos, estéticos, arqueológicos. Me mantiene entretenido. GG

Mirá vos, y se lo veía tan correcto… Sin embargo parece que es más bien espeso, el tipo, parecería que le atrae la oscuridad más que la luz. En sentido figurado: la oscuridad del alma, la oscuridad del destino. Esa oscuridad de las cabezas que asoman de las paredes del infierno, en la cárcel; esa oscuridad que fulminó al intendente de Cerro Largo, llorado por los suyos, ante la gravedad agónica del presidente y la presencia protagónica del sacerdote; esa oscuridad del tiempo después de la muerte, que no es vida sino el esqueleto de un perro en el pasto y un pucho. Esa oscuridad.

“En sentido figurado”, dije. Y tiene que ver, porque es siempre metáfora (o metonimia o hipérbole u oxímoron) lo de las fotos de García. Son una perplejidad, una incomodidad, una reflexión sarcástica, una incredulidad, pero siempre imponen un desafío, una apertura a la discusión. La foto del tipo durmiendo en una habitación muy precaria se titula “Homicidio”. Una vez postulado ese contexto se entiende que el retratado es la víctima. Que no duerme sino que muere. Mueren sus ilusiones, sus alegrías y sus miserias. Y eso porque así lo decidió alguien más. El perro fumando –si se me permite la licencia– y el hombre durmiendo son dos etapas de la muerte y se parecen, si arriesgamos un poco, a nosotros mismos, a García, a mí, a vos. Yo creo que es por eso que son tan incómodas.

Por lo demás, García mantiene una mueca de asquete sarcástico ante las mil y una formas de la vanidad que lo rodean. Él mismo nunca hizo una exposición individual. Tiene orgullo de técnico más que de artista. Y hace gala de una honestidad brutal, patológica, religiosa: no quiere vender ninguna imagen, ni siquiera a sí mismo, como si tuviera siempre en cuenta que el orgullo es un pecado capital. Es cosa de él. Yo me permito decir que el tipo logra, en sus mejores momentos, una hondura inusual, esa “inminencia de una revelación, que no se produce”, la que Borges equiparaba al hecho estético. LR