Roberto Fernández es, él mismo, una rara avis en la fotografía uruguaya: integrante indiscutido de toda una generación, se ha mantenido no obstante en un relativo aislamiento, fiel a sus convicciones más personales –tanto técnicas como temáticas– y sobre todo, ha desarrollado una constante producción. Esto no es extraordinario en el primer mundo cultural, donde la vorágine creativa general arrastra aun por inercia, pero sí lo es en nuestro medio, donde el sustento diario se traga buena parte de las energías ciudadanas...

La serie RARA AVIS fue elaborada y expuesta en 2006, cuando su autor ya llevaba dos décadas transitando salas y rumiando sus recovecos interiores. Confluyeron en ella algunos elementos presentes en sus trabajos más tempranos, como la modificación o el armado completo de los escenarios, la intervención sobre el soporte físico y el humor natural del gozo en la acción. Con el candor y entusiasmo lúdico de siempre, Roberto se dedicó esa vez a crear pájaros imaginarios a partir de pequeñas ramas, hojas caídas, trocitos de astillas, encontradas en esa inagotable cantera suya que es el paisaje natural. Aves que nunca existieron, creadas en un ejercicio más escultórico que bidimensional, que serían destruidas para perdurar en su huella. Conscientemente o no, estaba echando a volar otros pájaros: esos de cetrería, que han clavado sus picos y garras en los teóricos del arte. Una vez más, la fotografía recortando y pegando lo efímero, matando para dar vida eterna, creando a partir de lo que muere en cada fracción de segundo. Y para completar la metáfora, cada pajarraco fue encuadrado en trazos –rasgados directamente sobre la película– que lo convirtieron en panel, retablo, nicho.

Lo que se redujo en RARA AVIS fue la incorporación de la palabra, que había venido creciendo sostenidamente en la obra de Roberto Fernández, hasta su equiparación plena en la combinación del haiku y la fotografía. No desapareció del todo, sino que quedó limitada al título de cada pieza. Allí afloró nuevamente el humor, inventando nombres solemnes en latín alquimista –otra pasión del autor– y algunos de cuño vikingo o pagano.

A diferencia de otras series de Roberto Fernández, RARA AVIS no se cerró sobre sí misma para hacer lugar al siguiente proyecto. Nuevos pájaros arman cada tanto sus bizarras figuras bajo la cámara, que planea sobre ellos como uno más. Seguirán pautando los momentos anímicos, las preocupaciones teóricas y los descubrimientos de un autor para quien mirar y vivir son sinónimos. Como deben ser.